Viaje a la Antártida

Viaje a la Antártida

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Viaje a la Antártida

FICHA TÉCNICA

Los límites.
Viajar hacia los límites.
Hacia los extremos de un mundo que se comprime día a día, que no sólo se hace más pequeño, sino que, además, se trueca todo él en una tierra conocida, previsible, donde la aventura es casi una quimera y la sorpresa algo que rara vez ocurre.
Hace unos doscientos años las manchas blancas en los mapas terráqueos suponían casi la mitad de la superficie del globo.
Hoy son inexistentes.
Hemos llegado a los confines de nuestro planeta, a todas las rincones.
No queda nada.
Y aunque, como digo, no es posible ya la incertidumbre, la emoción, la tensión de lo desconocido, si es verdad que todavía restan lugares cuya mera evocación nos produce un atisbo de expectación, de pálpito: podría citar Siberia, o quizá Patagonia, o Kazajistán, puede que el Amazonas.
También, la Antártida.
Viajar a la Antártida había sido para mí, desde tiempo atrás, el sueño de muchas tardes, de muchos días de mirar a ninguna parte.
Muchas jornadas en el MS Fram, un barco noruego de escaso tonelaje, moderno, y en el que podía viajar un número pequeño de turistas junto con algunos biólogos y científicos que daban a bordo charlas y conferencias, con un nombre tan ligado a la historia de los descubrimientos antárticos, sería el buque en el que, por fin, realizaría la deseada singladura.
Suena la sirena.
Destino: Península Antártica; escalas: Islas Malvinas y Georgias del Sur.
Mares preñados de historia, islas donde se han librado las últimas guerras modernas, paisajes sobrecogedores.
Llega el momento de partir.

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