El lector se va a encontrar con una dualidad apasionante, la de la lucha, ingenio y el sacrificio de la dotación del crucero ligero alemán Königsberg frente a la fría planificación, prudencia y despliegue de medios de la todopoderosa Royal Navy, todo ello enmarcado en un escenario bélico rurrealista, alejados ambos contendientes a miles de kilómetros de sus respectivos países y bajo un clima tropical sofocante.

Nos encontramos en la antesala de la Primera Guerra Mundial, y Alemania, gracias a La Conferencia de Berlín de 1884-1885, ejerce plena soberanía sobre un amplio territorio del África oriental donde hoy se ubican los estados de Tanzania, Ruanda y Burundi.

En abril de 1914 el crucero ligero Königsberg zarparía de Kiel al mando de Maximilian Looff hacia la colonia donde había sido destinado, arribando a Matzetumbe el mes siguiente. En principio el buque tenía la misión con su presencia de apaciguar las tensiones entre los colonos y nativos, pero tan sólo unas semanas más tarde aquella anodina comisión pasaría a ser un dulce recuerdo para su dotación al dar comienzo la Gran Guerra.

Al comandante Loof no le quedó más remedio que a marchas forzadas preparar su buque y mentalizar a sus hombres ante los nuevos desafíos que plantearía el conflicto, y como primera medida planificó un intenso programa de adiestramiento en el que se incidió en el tiro de cañón y el lanzamiento de torpedos. Además se hizo con todas las piezas de repuesto que encontró en la colonia al intuir que la campaña sería larga y dura.

A partir de aquel momento comienza la tan novelesca como real epopeya que nos trae a estas páginas el autor, en el que la inteligencia naval de ambas potencias jugaría un papel fundamental tanto para prolongar la resistencia del crucero alemán como para acabar definitivamente con él.