Confluir: sinónimo de lo deseable , dice el filósofo de la Naturaleza Joaquín Araújo. Y, en efecto, confluyen aquí dos deseos pasionales: el Amor, ése que trasciende el morir, y la Vocación por la mar, que te puede llevar a un punto en que desees amar lo que perdiste en tierra.

El texto nos adentra en los dos temas centrales enmarcados en una cuidada ambientación de la época en la que se sitúa la historia. Pero si en la confluencia de lo deseable el caudal del amor juvenil adviene arrollador, no menos impetuoso y cautivador es el tramo que transporta los relatos y leyendas de la mar apoyados, a su vez, en frecuentes y ajustados préstamos literarios (como muy bien señala el Dr. Serrano Masegoso en su preciso y precioso prólogo) de autores muy queridos por nuestro escritor, cuyo gusto e inclinación por las letras está más que acreditado.

Las descripciones rezuman literatura y amor , sentencia el Dr. Serrano Masegoso en su magnífico prólogo. Y yo me permito añadir que nadie, solo un marino avezado y de vocación, puede narrar con brillantez y hermosa precisión marinera la pasión inicial propia de una juventud que se proyecta a la vida desde una emancipación ansiada, más que buscada, en los prometedores años 60.

Parlamentos cortos, adentrándose en el universo de la concisión, conviven con cumplidas descripciones de los momentos de intimidad, exuberancia propia de la juventud enamorada. El ritmo acelerado y embaucador en el último tercio nos conduce suavemente a un final tan abierto como el lector quiera o haya supuesto y que junto al subtitulo de la obra nos hace pensar en una saga literaria en la línea de En busca del tiempo perdido .

Mateo Gómez